¡ ESPAÑA! ¡ESPAÑA!
Desde esta página no quiero ser menos que cientos y cientos de diarios, columnistas y opinadores varios, que durante un mes han versado las excelencias del imponente equipo de futbol español, y que con fotos de la rojigualda incluidas en sus portadas, han devuelto el orgullo patrio por estos lares.
La verdad es que no he sido nunca de banderismos ni estandartes, y menos en lo relativo al deporte, pero lo ocurrido el fin de semana me ha devuelto la confianza en el comportamiento popular, que lejos de amilanarse ante tanto tonto útil envuelto en la ikurriña y en complejos mito antropológicos , no ha tenido ni reparo ni vergüenza no sólo de alegrarse por el triunfo de la Roja, sino además expresarlo públicamente. Si me dicen hace un par de años que el Ayuntamiento iba a colocar una pantalla gigante para ver en la final del mundial a la selección española hubiera mandado al Sr.Alcalde a la sala de irrecuperables del sanatorio de Las Nieves. Pero mira por dónde, y por una vez, acertó de lleno y por ello le felicito. Y si me dicen que en el Corte Inglés de Vitoria se iban a agotar las camisetas de la Roja me da un pampurrio. Hay quien, muy progre él, trata de desacreditar la presencia popular tirando de pureza de genes. Me da igual que quien animara esa noche fuera originario de Colombia, de Ghana o de la calle Pintorería, son conciudadanos igual que Ud. o yo y precisamente por su carácter foráneo no pueden comprender un país que se empeña continuamente en negarse a sí mismo.
Una vez me hicieron una entrevista y al joven periodista le debió gustar mucho como ángulo de cámara una esquina en la que estaban las tres banderas oficiales. Ni corto ni perezoso procedió con toda la naturalidad del mundo a retirar la bandera española cuyos colores le debían chirriar mucho; yo también, ni corto ni perezoso, procedí a demandarle la inmediata colocación de la misma en su sitio o coger el camino de la calle. No me molestó el gesto de retirarla, sino el nulo respeto que tenía hacia un símbolo oficial, en una estancia oficial y en un Territorio que forma parte de un país llamado España. Se conoce que a él ( como a miles de jóvenes) le habían educado en la negación de lo evidente, y por tal creía que todos teníamos que sentir lo mismo. De ahí la importancia del acontecimiento del domingo 11 de julio, que muchos recordarán como un día glorioso para el fútbol y que otros recordaremos también, como el día en que esta ciudad se quitó lo complejos.
Ahora sólo espero que esta sensación no se convierta en un evanescente sueño y cuando allá por agosto la selección, en este caso de baloncesto, recale por nuestras tierras, esta sociedad nuestra, madura y sensata, demuestre su amor por el deporte y su amplio conocimiento baloncestístico, sin más importar que el disfrute de un buen espectáculo deportivo, acallando con aplausos a los cuatro cabestros que tengo por seguro les dará por reventar la presencia nacional en nuestro querido pabellón Fernando Buesa. Honremos el buen nombre de quien por defender precisamente la convivencia entre diferentes sensibilidades vio segada su vida por quien cobardemente sigue entendiendo que la mejor manera de defender su bandera es asesinar a quien además de tenerla por propia, y de sentirse profundamente vasquista, era también un profundo enamorado de su patria.
Y si las glorias deportivas mitigan nuestra desazón económica y política, bienvenidas sean. Ya llegará septiembre y volverá la crisis, el paro, los libros de los niños, el Estatut y la madre que lo parió… qué más da. Siempre nos quedará la Roja
Pero no nos pongamos profundos, que llegan las vacaciones. Tiempo de ocio, descanso y asueto; y tiempo también de fiestas populares por toda la geografía alavesa y vasca. Y en lo que por cercano nos toca, gritemos todos al unísono : ¡Viva Celedón! ¡ Gora Andra Mari Zuriñe Jaiak!!¡¡ Ondo pasa eta gutxi gazta!!!